La vida de un perrito callejero puede ser de lo más ingrata y desoladora. Se sabe que por lo menos un 70 por ciento de la población canina mundial, permanece en situación de calle, dejados a su suerte por sus cuidadores, en su mayoría siendo crías sin esterilizar.
A pesar de los esfuerzos que varios gobiernos del mundo están realizando para disminuir el índice de mascotas desamparadas, esta es una batalla sin cuartel difícil de ganar.
Un perrito callejero vive cada día angustiado pensando si va a poder llenar su barriguita vacía
El problema, sobre todo, ha ido en aumento en Latinoamérica, tal como el caso de este desafortunado perrito.
Pinky fue dejado a su suerte, en Paseo de Los Laureles, esquina con Geranio, colonia Ampliación Bugambilias, en el municipio de Jiutepec, México.
Pinky ya era muy conocido por todos los vecinos. Sin embargo, se encontraba en la más absoluta desnutrición, debiendo buscarse la vida como mejor podía entre las bolsas de los basureros malolientes de la ciudad.
Así transcurrían los días en la vida de este perrito callejero, cruce entre chihuahua y mestizo
Era común verlo muy solito, deambulando por las calles de la intersección. Si había suerte, de pronto alguien se condolía y le arrojaba unos mendrugos de pan, o algunos restos de comida y huesos. Si no, regresaría hacia los basureros con la esperanza de hallar algo más.
Pero, por fortuna, ningún sufrimiento es eterno, y como un ángel caído del cielo, apareció un vecino anónimo que se apiadó de él.
Le entregó a Pinky algo desconocido e inesperado, hasta ahora. El mejor regalo de su vida: una humilde casita de madera para él solito.
«No me destruyas, soy la casita de un perrito», reza en el techo de la casita de madera que el hombre construyó para Pinky.
De un día para otro, ese hermoso hogar, sólidamente construido a mano y con mucho amor -incluso la casa estaba clavada al suelo para que nadie pudiera moverla-, apareció en el lugar donde Pinky suele descansar.
Como era lógico, la emoción se apoderó del peludo, quien no tardó en hacer suya su nueva casa.
La bondadosa acción del generoso vecino no identificado, llamó la atención de varios medios de comunicación locales. Por su parte, Efraín Maximino, otro vecino que conoce a Pinky, describió la acción con algunas aladas palabras.
El perrito no podía creer en tanta fortuna
“Ojalá y muchos tuviéramos ese gran corazón de ese señor que hizo la casita a Pinky, e hiciéramos lo mismo, o mínimo si viéramos perros en la calle les brindáramos poco de agua y alimentos y no ser indiferentes ante la desgracia”, dijo Efraín.
Lo más maravilloso de todo es que tal y como se puede esperar del corazón noble de un perrito necesitado, la reacción de Pinky fue más que grandiosa.
Pinky pareció reconocer la generosidad de aquel hombre de forma instintiva y espontánea, así que no dudó en compartir su casita con otros perritos hambrientos y friolentos, que llegan para hacerle compañía.
Pinky sabe el calvario de la calle y no duda en hacerles un espacio a otros perritos
Los vecinos han comenzado a ver a otro canino, a quien apodaron «Mailo», al lado de Pinky. En varias ocasiones se lo ha visto asoleándose despreocupadamente, mientras su querido compañero Mailo usa la casita para él solo con mayor comodidad.
“Como para destacar la creencia de que las buenas acciones engendran otras buenas acciones, pareciera que la beneficencia que recibió Pinky, se extendió también al reino de los perros”, agregó Efraín.
México es el primer país de Latinoamérica con perros en esta condición. La adopción de estos animales callejeros es una opción para subsanarla.
Es por eso que cuando alguien decide en tener un animal de compañía, hay que ser muy conscientes de la responsabilidad, el tiempo y los recursos económicos que ello conlleva.
La mejor manera de mejorar el mundo es con buenas acciones multiplicadoras. Gracias al héroe anónimo que hizo por Pinky lo que nadie más.